Platos sonoros y canciones comestibles, los límites sensoriales del concepto foodtech

Tu plato me suena. Cuando Neil Harbisson le dice esto a Jordi Roca, no insinúa que lo ha probado antes en otro sitio. Neil Harbisson –artista y activista contemporáneo, nacido en en Londres y criado en Mataró- es la primera persona reconocida oficialmente como ciborg. Y lo que quiere decir al menor de los hermanos Roca, -mejor repostero del mundo- es que –literalmente- oye los colores del plato que ha cocinado a través de una antena que lleva implantada en la cabeza. «Desde entonces me visto en función de cómo suenan los colores y la armonía que forman.»

[pull_quote_left]Es una nueva forma
de escuchar
la gastronomía[/pull_quote_left]Neil Harbisson nació con una disfuncionalidad llamada acromatismo, que le impide diferenciar los colores. Su vida discurrió en escala de grises hasta que él mismo diseñó y se implantó esa extensión sensorial que corona su testa. La forma de oír los colores es a través de las frecuencias de luz que percibe la antena y que un chip implantado en su cabeza transforma en frecuencias sonoras.

Para Jordi Roca, siempre preocupado por cómo extender la satisfacción de un plato, cómo darle una dimensión diferente, conocer a Harbisson fue una oportunidad irresistible de explorar nuevas fronteras. La pregunta es ¿cómo trasladar eso al platoi?. “Se trata de divertir, de extender los sentidos, explica Jordi Roca.” Desde entonces han trabajado juntos en crear un “Cromáfono”, un artilugio compuesto por una plataforma giratoria sobre la que se coloca un plato, y un sensor similar al de Harbison. Al hacerlo girar, es capaz de convertir los colores de los alimentos una melodía.  [pull_quote_right]Se trata de divertir,
de extender
los sentidos[/pull_quote_right]Esta especie de “Toca Platos” conectado al teléfono móvil y a una aplicación, reproduce la armonía musical que tiene la receta. “Es una nueva forma de escuchar la gastronomía. La tecnología empieza a crear nuevos sentidos y nos permite expresarnos a través de estos nuevos sentidos de una forma que no se ha explorado todavía. Es una gran oportunidad para y en los próximos años, veremos más experiencias de este estilo, afirma Harbison.

La primera melodía que se puede degustar en el Celler de Can Roca es el Himno a la alegría de Beethoven. «Es una elaboración con tierra de remolacha, frutas de invierno, hierbas aromáticas, y algúnos otros colores, explica Roca, Morado, naranja, rojo, verde…»  Para maridar, en homenaje al músico alemán, su vino favorito un blanco Rüdesheimer de de Rheingau. Pura armonía.

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Publicado por
Beatriz Romanos

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